(Y otras cosas que tienen poco o nada que ver con la ficción).

Por Antonio Postigo Meza.



jueves, 23 de febrero de 2012

Mínimo Cuento IV.

Caminaba por la calle sintiendo que alguien le respiraba muy cerca de la oreja, era una respiración pesada, más bien caliente y bastante molesta. Supuso que era cualquier cosa, otra de sus alucionaciones que la habían llevado a ideas absurdas y manías como aquella de cerrar tres veces la puerta de su casa para asegurarse que sí la había cerrado bien. ¿Qué importa si alguien se mete? Pensaba mientras seguía caminando, a final de cuentas no tiene nada de valor en su apartamento, algunos discos compactos, películas y otras cosas poco importantes. No, pero las fotografías no, se dijo al detenerse en el cruce de una calle, las fotografías eran todo para ella, la poca conexión que le quedaba con su pasado, y no es que su pasado le gustara mucho, pero era suyo y no quería que algún cabrón entrara a su apartamento y le robara todo eso. Pero no hay problema, cerró tres veces la puerta, todo estará seguro. Siguió caminando hasta que la inseguridad la invadió por completo. ¿Cerre bien la puerta? Por su cabeza pasaron miles de recuerdos de ella cerrando la puerta, cerrándola tres veces, asegurándose de que estuviera bien cerrada. ¿Cerre bien la puerta? Y antes de preguntárselo una vez más salió corriendo a su apartamento, no estaba muy lejos, no había caminado muchas cuadras, unas cuatro tal vez y era bastante buena corriendo, tenía una condición física aceptable para una mujer de su edad, y no es que fuera muy vieja o muy joven, pero mientras corría pensaba que llevaba un buen ritmo corriendo esas cuatro cuadras que en realidad eran cinco. Finalmente logró llegar al edificio, y en un acto casi felino, subió las escaleras hasta su apartamento. Efectivamente, había cerrado la puerta, pero para estar segura la cerró una vez más. En fin, me sirvió para digerir mejor el desayuno, pensó mientras bajaba tranquilamente las escaleras del edificio.

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