(Y otras cosas que tienen poco o nada que ver con la ficción).

Por Antonio Postigo Meza.



miércoles, 19 de diciembre de 2012

En la antigüedad...

“En la antigüedad, cuando alguien tenía un secreto que no podía compartir con nadie, subía a una montaña y buscaba un árbol. Cuando lo encontraba, tallaba un hueco en el tronco del árbol y vertía su secreto dentro del hueco. Luego tapaba el hueco con barro y se iba. Así, su secreto estaría escondido para siempre”.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Mínimo Cuento VII.

Él ya tenía aproximadamente quince minutos mirándola desde el otro lado del lugar. Ella bailaba alrededor de sus amigas y reía de vez en cuando. Necesito que esté sola, pensó mientras le daba un sorbo a su cerveza. Pasaron otros quince minutos y finalmente, las amigas de ella hicieron un viaje comunal al baño. Ella se quedó completamente sola, seguía bailando pero ya no se reía de vez en cuando. Él se acerco velozmente hasta encontrarse frente a frente con ella.
--¿Quieres bailar? -- le preguntó al mismo tiempo que comenzaba a bailar de una forma bastante ridícula.
Ella lo miró de pies a cabeza, soltó una risita que no tuvo mucho espacio entre la escandalosa música.
--No, gracias --le contestó y salió huyendo en busca de sus amigas, que seguramente seguían en el baño.

Mínimo (Lo que sea) I. (La guerra y el rifle).

Fue en los años después de la guerra que a los niños, que cumplían ocho años, se les enseñaba a disparar con un rifle. Además, debían aprender todas las técnicas y tácticas aprendidas por sus antepasados. Para los padres era una forma de mantenerse siempre vigilantes ante la posibilidad de otro conflicto armado. Sin duda, se trataba de una fobia colectiva que se transmitía de una generación a otra, una guerra a esa escala era ya imposible en esos momentos.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Mínimo Cuento VI. (La plaga).

Aquello que sentía era una plaga, le invadía el cuerpo y los sentidos. Pasó sus manos por su abdomen y soltó un breve suspiro, seguido de un pequeño susurro que pronto se convirtió en silencio. Todo era silencio, pero sus sentidos seguían recibiendo esas señales, su cuerpo no dejó de vibrar.
¿Tendrá esto un final? Se preguntó mientras la intensidad de aquella plaga se hizo mayor, comenzó a perder los sentidos. Primero la vista, el oído, el olfato, lo último fue el gusto, no podía sentir el sabor de su propia lengua dentro de su boca, pero el tacto continuaba ahí, no dejaba de sentir aquella plaga. Estaba completamente invadida, derrotada. El tacto se iba y regresaba momentos después para recordarle que lo que sentía era dolor. No podía ver, pero sus ojos continuaban abiertos, apuntando hacia la nada. Después, el tacto la abandonó por completo, la plaga le había quitado los sentidos. Un par de segundos más tarde, la plaga se llevó su consciencia, su espíritu y todo lo demás.

jueves, 1 de noviembre de 2012

SE BUSCA ACTRIZ Y ACTOR. CINEMINUTO.

Se busca ACTRIZ (28 a 30 años, complexión delgada a media) y ACTOR (25 años, complexión delgada) para cineminuto. 1 día de llamado. Mandar fotos a funkazok@hotmail.com Gracias.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Mínimo Cuento V.

Pasaron más de dos horas, no podía creer que algo tan sencillo se volviera una situación que más allá de ser complicada se había vuelto imposible. Supongo que tengo que esperar un poco más, pensó mientras miraba a una mujer que le pareció bastante atractiva. La verdad es que ni tiempo tenía para fantasear, aunque eso no era tan cierto. ¿Quién sabe cuánto tiempo más estaría ahí? Así que, de cierta forma, tenía todo el tiempo del mundo para fantasear con esa rubia que claramente era más alta que él, y no es que eso fuera importante, al menos en la fantasía no sería importante. ¿O sí? En fin, sabía que tenía tiempo así que se puso a fantasear con aquella rubia que caminaba lentamente por el pasillo, ya se estaba alejando, pero su imaginación fue poderosa. Ella giró repentinamente, y antes de entrar al elevador se percató de su presencia y le sonrió, él como todo un hombre galante devolvió la sonrisa sin hacer mucho esfuerzo. Ella caminó de regreso hasta donde él estaba sentado y en un pequeño papel escribió su número telefónico, entregándolo momentos después con un seductor beso. La rubia se fue, ya lo había hecho en la realidad y ahora lo hacía en la fantasía. Él permaneció sentado, se veía muy estúpido sosteniendo un papel imaginario mientras una ridícula sonrisa atravesaba su rostro.

jueves, 23 de febrero de 2012

Mínimo Cuento IV.

Caminaba por la calle sintiendo que alguien le respiraba muy cerca de la oreja, era una respiración pesada, más bien caliente y bastante molesta. Supuso que era cualquier cosa, otra de sus alucionaciones que la habían llevado a ideas absurdas y manías como aquella de cerrar tres veces la puerta de su casa para asegurarse que sí la había cerrado bien. ¿Qué importa si alguien se mete? Pensaba mientras seguía caminando, a final de cuentas no tiene nada de valor en su apartamento, algunos discos compactos, películas y otras cosas poco importantes. No, pero las fotografías no, se dijo al detenerse en el cruce de una calle, las fotografías eran todo para ella, la poca conexión que le quedaba con su pasado, y no es que su pasado le gustara mucho, pero era suyo y no quería que algún cabrón entrara a su apartamento y le robara todo eso. Pero no hay problema, cerró tres veces la puerta, todo estará seguro. Siguió caminando hasta que la inseguridad la invadió por completo. ¿Cerre bien la puerta? Por su cabeza pasaron miles de recuerdos de ella cerrando la puerta, cerrándola tres veces, asegurándose de que estuviera bien cerrada. ¿Cerre bien la puerta? Y antes de preguntárselo una vez más salió corriendo a su apartamento, no estaba muy lejos, no había caminado muchas cuadras, unas cuatro tal vez y era bastante buena corriendo, tenía una condición física aceptable para una mujer de su edad, y no es que fuera muy vieja o muy joven, pero mientras corría pensaba que llevaba un buen ritmo corriendo esas cuatro cuadras que en realidad eran cinco. Finalmente logró llegar al edificio, y en un acto casi felino, subió las escaleras hasta su apartamento. Efectivamente, había cerrado la puerta, pero para estar segura la cerró una vez más. En fin, me sirvió para digerir mejor el desayuno, pensó mientras bajaba tranquilamente las escaleras del edificio.