(Y otras cosas que tienen poco o nada que ver con la ficción).

Por Antonio Postigo Meza.



jueves, 5 de mayo de 2011

El lago.

Al entrar al agua, el frío le pareció menos intenso. Era invierno y la temperatura había bajado mucho ese año, pero por alguna razón desconocida para él, el agua estaba un poco tibia. El lago era grande, estaba rodeado por árboles, algunos pequeños y otros grandes. Metió primero un pie, después se sintió estúpido. ¿Qué importa el frío su he venido a morir aquí? Se preguntó cuando entró por completo al agua. Su cabeza era lo único que permanecía fuera, se quedó flotando un rato. Pensaba en todo lo que había hecho en su vida, más bien, lo poco que había hecho. Le pareció curioso que las humillaciones y los fracasos ya no le molestaban, pero él ya había decidido que la muerte era la mejor solución para todos esos problemas que lo angustiaban. Pasó otro rato reflexionando sobre las pocas veces que se sintió enamorado y que fueron aún menos las veces que fue correspondido.
Intentó llorar un poco, pero no pudo, siempre le había sido difícil hacerlo y ni siquiera ahora que estaba a punto de quitarse la vida podía lograrlo, le pareció patético. Fue en ese momento que al fin se sumergió, con los ojos cerrados nadó al fondo del lago hasta que la presión era muy fuerte, permaneció flotando ahí, en lo que parecía ser un vacío sin fin y al mismo tiempo inexistente. Haciendo mucho esfuerzo, abrió los ojos y miró a su alrededor, era un paisaje diferente, algo que nunca había visto estaba ahora frente a él y se sintió afortunado de que al menos podía apreciar esa vista. Siguió observando hasta que el aire en los pulmones comenzaba a ser inútil, llegaba el momento de morir, el momento que esperaba y que había imaginado desde hace un par de días.
El pecho le dolía, la falta de aire y la presión lo hacían sentirse mareado, ya faltaba poco, unos cuantos minutos más y su vida llegaría a su fin. Estaría en ese otro plano en el que esperaba sentirse mejor, sobre todo, sería una mejor persona, tendría una vida llena de éxitos y amor incondicional.
El tiempo se acababa, ya casi no sentía su cuerpo y sus ojos se le cerraban. Estando ahí, tan cerca del final, pensó que esa vida, que tanto quería, podía ser inexistente, no veía ninguna luz ni escuchaba las voces de sus antepasados ya fallecidos. Ya casi no veía, trató de moverse pero sus brazos y piernas no respondían, solamente su mente seguía activa, el resto de su cuerpo ya estaba muerto.
Siguió mirando ese paisaje inédito, arrepentido y amargado. No podía llorar ni disfrutar su propia muerte en el lago.
FIN

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