(Y otras cosas que tienen poco o nada que ver con la ficción).

Por Antonio Postigo Meza.



jueves, 5 de mayo de 2011

La teoría del vuelo.

Ese día se despertó mareado, no había descansado nada a pesar de haber dormido tanto tiempo. Fueron, quitando las dos veces que se despertó durante la noche, más de doce horas de sueño. Doce horas que, como siempre, habían sido muy intensas y agotadoras.
Desde muy pequeño había tenido sueños que tenían una desbocada sensación de realidad, cada paso y cada respiro se sentían como se sienten en el mundo real. El tiempo era lo más extraño, principalmente porque el tiempo era también muy intenso y agotador. Pasados los años, denominó la situación como sueños en tiempo real. Una manera sencilla de verlo es ésta: En los sueños, normalmente, cuando uno tiene que ir de un lugar a otro, por ejemplo, de su habitación a la cocina, casi siempre el viaje es inmediato. Estando en la habitación uno no sabe muy bien hacia dónde va y estando en la cocina uno no recuerda de dónde viene. Él, por otro lado, tenía que caminar cada paso desde un lugar a otro, teniendo absoluto conocimiento de cada movimiento que hacia y su finalidad. No solamente eso, también sabía la razón por la cual iba a la cocina y sabía muy bien por qué estaba en la habitación desde un principio.
Pasó un buen rato despabilándose, aún estaba acostado en la cama. Pasados varios minutos logró incorporarse y se levantó de la cama dando un brinco que lo puso de nuevo en su habitación del mundo real. Y es que en sueños vivía otra vida y  la vivía en otros lugares. Eran lugares desconocidos y familiares al mismo tiempo, todos tenían ese elemento exótico tan elemental en los sueños pero también contaban con elementos que lo hacían sentirse inmediatamente identificado.
Tanto tiempo, teniendo sueños tan reales, le había proporcionado una gran habilidad, y era justo esa habilidad lo que hacía que los sueños fueran tan desgastantes. Él podía tener total control de lo que sucedía en el sueño, es decir, él no iba a la cocina a menos de que él quisiera o necesitara ir a la cocina. Su subconsciente se convertía, cada noche, en una especie de consciente surrealista que estaba alerta a todos los estímulos que proporciona el sueño y su cuerpo sufría las consecuencias. Una vez, hace poco tiempo, soñó que recibía un golpe muy fuerte en las costillas, y esa mañana amaneció con un moretón muy doloroso.
Momentos más tarde, ahora que ya había salido de su habitación después de despertar, caminaba hacia la cocina para beber agua. Al servirse en el vaso transparente, recordó todo el asunto del moretón, reflexionó sobre lo sucedido y concluyó que a veces la mente puede tener impacto directo en el cuerpo, específicamente al estar soñando.
Fue ahí, al terminarse el agua, que tuvo una idea, no era una gran idea pero era algo interesante y que podría brindarle algo más que un moretón.
Hace un par de meses tuvo un sueño en que podía volar, lo hacía con completa libertad, viajando grandes distancias a grandes velocidades. Se sintió muy bien, pero nunca más volvió a tener ese sueño, cada vez que quería volar se quedaba estático en el suelo.
Era una habilidad extra humana que había ido y venido en una sola noche, ahora que lo recordaba, pensó que sería bueno volver a hacerlo, después de todo en algún lugar de su subconsciente estaba esa habilidad. Luego, pensó algo más, si su mente sabía volar tal vez sería posible que su cuerpo lo aprendiera. Al principio se le hizo una tontería, pero luego tomó más en serio dicha posibilidad y se le ocurrió un plan.


Primero, recuperaría el vuelo en los sueños y después haría que su mente le transmitiera la habilidad a su cuerpo en el mundo real, así como sucedió con el moretón, que era su más grande argumento. No sabía como haría la transferencia, pero por lo pronto, lo importante era aprender a volar en los sueños, ya luego se preocuparía por la realidad.

No hizo mucho el resto del día, era sábado y no tenía que ir al trabajo. Vio un poco televisión, leyó y trató de llenar su mente con imágenes que lo hicieran volar al momento de soñar. Quería que su subconsciente estuviera enriquecido con distintos tipos de vuelo, desde los superhéroes clásicos hasta los personajes de la televisión japonesa. Se fue a dormir temprano, pero antes de hacerlo hizo un poco de ejercicio, así se acostaría cansado y rápidamente caería en un profundo sueño del que sería difícil despertar. Era importante no cansarse demasiado o podría dormir tan profundamente que no soñaría.
Al principio, no podía controlar algunos elementos del sueño, le costaba trabajo concentrarse y continuamente se dejaba llevar por las situaciones, más de una vez estuvo a punto de despertar y no lograba encontrar un punto adecuado para intentar levantar el vuelo. Estaba muy confundido, parecía que la idea de volar era mucho más complicada de lo que un principio parecía y durante un momento en el que finalmente pudo detenerse se puso a meditar y concluyó que ese sueño pudo ser una coincidencia y no algo que pudiera repetir a voluntad, tal vez esperaría que sucediera un día próximo.
Estaba parado en una amplia pradera, alrededor había algunos árboles pequeños pero frondosos y al fondo se veían unas montañas completamente cubiertas de nieve. Al mirar a su alrededor se dio cuenta de que nunca había estado en ese lugar, era un nuevo escenario. Siguió mirando hasta que se decidió por explorarlo.
Caminó hacia las montañas, dejó atrás los árboles para encontrarse con pinos gigantes que estaban cubiertos por la nieve. En un instante se percató de que ahora todo estaba cubierto por la nieve y pronto sintió como le caían en el rostro los copos de nieve. No había tenido frío hasta ese momento, se abrigó y siguió caminando. Más adelante el panorama no cambió mucho, seguían los pinos, la nieve y las montañas.
Miró hacia arriba, tratando de descifrar la altura de lo pinos, pero llegaba un punto en el que las nubes cubrían las copas de los árboles. De pronto, al mira las nubes, comenzó a sentirse liviano, parecía recordar el vuelo, cómo lo había hecho y especialmente cómo había despegado esa vez. Lo intentó una vez, pero fracaso de nuevo, se relajó y miró hacia arriba, permaneció estático viendo lo pinos que atravesaban las nubes, mientras éstas producían una capa gruesa que parecía algodón.
Y ahí, al ver los pinos y las nubes, flexionó ligeramente sus rodillas y con un sutil movimiento comenzó a elevarse entre los árboles, llegó a las nubes y durante un buen rato no logró ver nada, solamente sentía el frío por todo su cuerpo. Siguió volando hasta que superó las nubes. Estando arriba se detuvo en el aire, pudo ver las montañas y las copas de los pinos cubiertas de nieve, era el paisaje más hermoso que jamás había contemplado. Sonrió ante la majestuosidad y belleza de lo que admiraba, dándose cuenta de que ese día había logrado más que una cosa, había aprendido a volar, pero también conoció un nuevo lugar, no sabía en dónde estaba ni qué lugar era, pero ahí estaba él. Era el único que tenía la oportunidad de disfrutarlo de esa manera, en lo más alto.
Se desplazó hacia las montañas a gran velocidad y de nuevo se detuvo justo arriba de ellas, miró hacía el lugar en donde estaba antes y vio un enorme campo de nubes y árboles gigantes. Aterrizó sobre una de las montañas y se preparó para despertar.
Las noches siguientes pudo volar sin problemas, lo único que tenía que hacer era mirar hacia arriba y visualizar lo que vería al momento de elevarse. La anticipación por el vuelo era justo lo que lo hacía volar, sabía cómo se sentía y por eso podía hacerlo.
Pasaba mucho tiempo volando, aterrizaba y luego volvía a despegar para trasladarse a algún lejano lugar. Los sueños en tiempo real le permitían esto, y una vez voló de un continente a otro. Volando sobre el océano comenzó a concebir lo que sería su teoría del vuelo, teoría que aplicaría en la realidad. Estaba llena de inconsistencias y grandes irregularidades, pero sentía que era posible lograrlo.
Para demostrar dicha posibilidad, se dejó caer en pleno vuelo. El golpe fue tan fuerte que despertó inmediatamente con mucho dolor y varios moretones. Su teoría de transferencia del sueño a la realidad era más o menos comprobable, más o menos lógica.

Llevaba una semana sin ir al trabajo, entre los sueños y las pruebas en la realidad había consumido por completo su vida y todavía no tenía algo tangible, algo que pudiera aplicar para volar en el mundo real. Se sentía muy frustrado, especialmente porque en los sueños ya era un experto en el vuelo, nada lo detenía y se había convertido en su medio de transporte surrealista. Estaba viviendo esa otra vida al máximo, y en ese otro mundo era el único que podía volar.
Durante lo sueños trataba de generar hipótesis y pruebas para llevar su teoría del vuelo a la práctica, la teoría era perfecta en los sueños pero en la realidad parecía pura fantasía.

Pasaron otro par de semanas, ya había perdido su trabajo y aún no podía volar en el mundo real, su teoría tenía menos sentido ahora y hasta había perdido un poco de libertad en los sueños, tenía muchas pesadillas y se despertaba constantemente. Estaba perdiendo las ganas de seguir soñando y las ganas de seguir viviendo. Sus teorías y sus sueños habían deshecho por completo su mundo real y ahora su mundo en los sueños lo traicionaba, caía en el punto más alto del vuelo y otros ya podían volar, lo retaban y se burlaban de él por todos sus fracasos.
Uno de esos días dejó de dormir, ya no quería formar parte de ese mundo traidor y hostil, permaneció despierto durante otra semana y al final de esa semana decidió que tampoco quería formar parte del mundo real, que también ya le parecía traidor y hostil.
Tuvo una idea final, pensó que podría intentar una de las teorías del vuelo menos convenientes, una que en caso de fallar lo sacaría de su sufrimiento.

El edificio no era el más alto de la ciudad, pero era lo suficientemente alto para cualquiera de las dos cosas que quería probar. Había evitado a los vigilantes y ahora se encontraba justo en el borde de la azotea. Miró hacia abajo y luego hacia arriba, no sintió miedo, estaba decido a hacerlo. Ya sabía cual sería el resultado, pero eso ya no le preocupaba, ya no tenía ninguna preocupación.
De nuevo miró hacia abajo y se lanzó al vacío, mientras caía tuvo un fuerte dolor en el estómago, el piso se veía cada vez más cerca y en un instante sintió esa anticipación que sentía justo antes de despegar. Con gran esfuerzo, levantó su cabeza y miró hacia el cielo, cerros los puños y voló. Pasó un tiempo volando sin dirección, hasta que pensó que sería buena idea volar a las montañas, los pinos y la nieve.
FIN

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